Is 35, 3-6
Fortaleced las manos débiles y corroborad las rodillas vacilantes. Decid a los de apocado corazón: ¡valor, no temáis!, he ahí a nuestro Dios (...). Viene El mismo y El nos salvará. Entonces se abrirán los ojos de los ciegos, se abrirán los oídos de los sordos. Entonces saltará el cojo como un ciervo y la lengua de los mudos cantará gozosa. Brotarán aguas en el desierto y correrán arroyos por la soledad.
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